Se vence el sueño a sí mismo,
extraño y maldito.
Se destruye como un rayo quebrado
en instintos y su propio placer.
Como rompiendo al paso los cables
a tierra,
como representando al bandido
en la pícara comedia.
Acomplejados, el saber y la
justicia,
se ajustan al parecer de la
revista.
Se comen entre ellos los artistas
mientras la noche pasa lista
de los ausentes al banquete de las
líneas.
Toda obra tiene como punto de
partida el corazón,
pero como punto de llegada la
rendición
ante la lógica avanzada
y el último curso como lector,
antes de convertirse en señuelo,
antes de devorarse al espectador.
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