Vuelve la voz,
es como la barrera del metal luminoso en la inconciencia,
vuelve para derribar la inapetencia del testigo.
Los representantes de esa razón se vuelven ilógicos,
como la frontera entre el bien y el mal, según lo filosófico.
Y pasan,
pasan las historias por bocas que se funden al son de la pasión,
la infamia de la irresponsabilidad,
de la reciprocidad admitida como conjetura animal.
Y vas,
porque el camino distribuye tu esencia o te parte por la mitad,
y regresas y eres menos, o pretendes serlo más.
La textura de los bordes se asemeja a los barrotes
que te separan de la libertad.
Y somos la cuestión lejana al azar.
Somos la costumbre replicándole palabras al olvido,
porque el tiempo se hace amigo de la presión por recordar.
Pinto en colores tu rostro,
repito que me inclino ante el despojo,
y miran los ojos perplejos a este deseo inoportuno de cantar mis consecuencias
en un silogismo de acción paralela.
De reacciones las ideas que se parten al finalizar una tarea.
Y te comprometes,
porque eres persona que acarrea datos en una cabeza de silbatos.
El destino se hace agua en el desierto de la mediocridad,
en el sendero de la pasividad que se incluye como medalla
cuando la carrera nunca va a terminar.
Influyen las paredes del cuarto sombrío,
las sombras se convencen de ser objetos construidos,
y las aves volarían, seguro,
de abrirse el cielo y explotar a los segundos.
Por las estrellas se convierten las voces en pasarelas,
el futuro pende de un hilo amarrado a la parte más frágil de la luna llena,
ninguna.
A las fases se las lleva la arena de un reloj maltrecho,
y la sangre se hace extrema en las venas del concierto.
Es la serenata del prisionero,
cuando le quitan las alas y le parten en cerebro,
cuando lo educan por ciertos y no por casos certeros.
Anda y devórate el misterio,
que se fuercen las entradas y que respires primero.
Anda y bébete el mar muerto,
que se te llene de astucia la contra cara del miedo.
Y vamos porque somos, porque no nos perderemos,
porque la voz puede escaparse pero nunca detenernos,
porque hablamos, seres cientos,
porque somos en completo.
Vuelve la voz a posarse en manifiestos de que los seres queremos serlo,
esto no es un fiel deseo,
es el siniestro autoral de la fuerza que me llevo
mientras surco por las aguas de un repertorio en silencio.
es como la barrera del metal luminoso en la inconciencia,
vuelve para derribar la inapetencia del testigo.
Los representantes de esa razón se vuelven ilógicos,
como la frontera entre el bien y el mal, según lo filosófico.
Y pasan,
pasan las historias por bocas que se funden al son de la pasión,
la infamia de la irresponsabilidad,
de la reciprocidad admitida como conjetura animal.
Y vas,
porque el camino distribuye tu esencia o te parte por la mitad,
y regresas y eres menos, o pretendes serlo más.
La textura de los bordes se asemeja a los barrotes
que te separan de la libertad.
Y somos la cuestión lejana al azar.
Somos la costumbre replicándole palabras al olvido,
porque el tiempo se hace amigo de la presión por recordar.
Pinto en colores tu rostro,
repito que me inclino ante el despojo,
y miran los ojos perplejos a este deseo inoportuno de cantar mis consecuencias
en un silogismo de acción paralela.
De reacciones las ideas que se parten al finalizar una tarea.
Y te comprometes,
porque eres persona que acarrea datos en una cabeza de silbatos.
El destino se hace agua en el desierto de la mediocridad,
en el sendero de la pasividad que se incluye como medalla
cuando la carrera nunca va a terminar.
Influyen las paredes del cuarto sombrío,
las sombras se convencen de ser objetos construidos,
y las aves volarían, seguro,
de abrirse el cielo y explotar a los segundos.
Por las estrellas se convierten las voces en pasarelas,
el futuro pende de un hilo amarrado a la parte más frágil de la luna llena,
ninguna.
A las fases se las lleva la arena de un reloj maltrecho,
y la sangre se hace extrema en las venas del concierto.
Es la serenata del prisionero,
cuando le quitan las alas y le parten en cerebro,
cuando lo educan por ciertos y no por casos certeros.
Anda y devórate el misterio,
que se fuercen las entradas y que respires primero.
Anda y bébete el mar muerto,
que se te llene de astucia la contra cara del miedo.
Y vamos porque somos, porque no nos perderemos,
porque la voz puede escaparse pero nunca detenernos,
porque hablamos, seres cientos,
porque somos en completo.
Vuelve la voz a posarse en manifiestos de que los seres queremos serlo,
esto no es un fiel deseo,
es el siniestro autoral de la fuerza que me llevo
mientras surco por las aguas de un repertorio en silencio.
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