viernes, 3 de febrero de 2012

Infinito


Suponga un pasaje al infinito, cierre sus ojos e imagine. ¿Es oscuro? Claro, disponga de los minutos que necesite para reflejarse en un espejo, y hágase la siguiente pregunta ¿es así como quisiera permanecer para siempre? Abra los ojos, deje caer esas lágrimas que quieren escaparse, y vuelva a intentarlo. Ahora, imagínese en su mejor momento, y vuelva a mirarse al espejo… lo sé, se ve igual que antes, es que la conciencia gana, la moralina empedernida de demostrar siempre el error. Déjese de miedos, lector, suscríbase al envío de pensamientos, y mándese a volar la cabeza. Descuide, tiendo a cometer el violento acto de inducir al suicidio en masa, pero tranquilícese, no debe morir. Mire, para evitar suspicacias, digamos que usted ha permanecido en estado de somnolencia, y que ha soñado estas letras. Lentamente empiece a desprenderse de la moral boluda, y suba, deje el instinto crecer. Vuele. Corra. Haga lo que siempre quiso hacer, si su imaginación es suya, como lo dice ese artículo posesivo. Cierre los ojos una vez más, evite las “virtudes” e imagínese en el pasaje al infinito, bien oscuro, va usted solito. Enfréntese al espejo, dé la vuelta, vuelva a la vida real de los mortales, y piense que sería muy aburrido llegar al infinito y no haber podido siquiera cometer un delito.

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