viernes, 3 de febrero de 2012

Imprudencia

Permiso… me he tomado el atrevimiento de ingresar por sus ojos, lector, para activar su cerebro, para invitarlo a la confusión.

Imagine que el mundo es solo una esfera abstracta dentro del cerebro de un ser inferior (¿a quién?), piense que el sol no es más que la brasa de un cigarrillo encendido por un gigante sin cabeza, y se mantiene… quién sabe cómo.  ¿Qué sería de los límites? ¿Cómo es que la razón es tan finita, y se eleva el corazón?

Los espacios se modifican con literales palabras, y con impacientes bocanadas de aire, un oxígeno que no sabemos cómo nos hace vivir. Y finalmente, qué es vivir, si no somos más que un montón de hojas en un cuaderno cuadriculado, rectangular… específicamente, nada.

Cuando el tiempo se detenga, lo hace de tanto en tanto, deténgase y reflexione… acaso… ¿es usted real? Me dirá que sí, se ha mirado al espejo, todos lo hacemos, especialmente nuestro propio ego, o sea, yo… lo hago. Sé que no soy un punto de tinta derramada, pero quizás me han dibujado. ¿Ha intentado usted hacer un auto retrato, sin mirarse? ¿Se conoce?

Pero, basta de preguntas, todos nos preguntamos cosas, y tememos a las respuestas, pero qué si no las hay… cómo entonces podemos co existir en este mundo de la no existencia, si no sabemos las respuestas. Siempre está la ciencia, es cierto, cabe aclarar que sus teorías valen más que las tontas creencias injustificables, irreales. Creo más en el gigante que en ese dios omnipresente, detestable.

Ahora, si me ha dejado continuar, quisiera hacer el intento de observar dentro suyo, con mis palabras, y ejercer el poder que me ha prestado, para así modificar su conducta, lea más despacio, no se deje llevar por la rima impoluta, deguste letra a letra esta especie de carta oscura, que no tiene la mínima idea… que se eleva hasta crear un ambiente de carencia, en donde, me podría usted mandar a la mierda, o prestarme la atención que quizás mereciera. No me quite crédito, aún no he planteado la realidad de esta correspondencia.

Las preguntas son una especie de grito de ayuda, de solicitud a lo más interno de nuestro ser, ese subconsciente que todo lo sabe, de pistas o una guía (para los más meticulosos) de cómo salir de este laberinto, pero yo propongo, preguntar y responder, sin tener la necesidad de llegar a entregar a lo desconocido el poder. Es más entretenido caminar, perderse, y aprovechar para crear.

Mientras más adentro nos vamos, más descubrimos que no estamos, pero somos, y que si somos, por alguna razón pensamos, y la cuestión está en relacionar el bien con el mal, y permanecer deseosos de la libertad.

Ahora bien, podría llegar al final en pocas milésimas de segundo, pero antes me gustaría terminar, si es que me acompaña, estamos en esa etapa. Y miro por la ventana, por sus ojos, porque allí estoy y me alimento de la luz del cigarrillo ese, el que usted mira, sostenido por la mano de ese ser que no respira, ya que no tiene por donde, pero sabemos ya que el oxígeno en tal no tiene nombre.

¿Podría un libro ser del hombre?

Y el perfume de las flores… aquí, cerca de sus orificios nasales. Disculpe, lector, me ha conmovido el esplendor, cómo su sangre circula a mi alrededor, cómo se pregunta usted que he llegado aquí… como seguro nosotros a vivir, imaginando que cada espacio es el mes de abril, o agosto… simplemente en lo abstracto de sus ojos, que no lo son y del eco de mis palabras que no se oye más que en su cabeza que, espero, no obstinada. No más.

Atrás, entonces, a la cuenta de tres va a estornudar, déjeme salir con paciencia y secarme, espero no golpearme contra la mesa, espero no haberle causado, con mi imprudencia, una pérdida de tiempo sagrado, o un poco de sangrado… imagine un pañuelo y váyase. Ya es hora de dormir.

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