viernes, 3 de febrero de 2012

Letras ;)


Me encuentro en un punto paralelo a lo lineal de la gravitación astral, las letras fluyen de la tempestad neuronal planteada en millones de ideas sueltas, que sobrevuelan la corteza terrenal de la razón, en consecuencia. Permanezco, pues no me corresponde el sueño, y deliro desde las alturas, hasta lo más bajo que mis ojos pueden mirar. Rememoro la muerte, diversifico las cuestiones del tiempo, y me repongo, luego, con un trago más de esta inconsistencia. Me toca hoy limitar, represento metafóricamente a un colador de fideos de palabras purificadas por la sal, y desmitificadas por el limón.
La materia supera a la sustancia, los rangos del poder se dispersan entre las miradas que postergo, y escucho canciones a tempo. Concuerdo contigo, cada estrofa se responde a sí misma con otra; y así, en la eterna sucesión, desisto de controlarlas.
Hace tiempo que no escribo un poema, la rima no me falta, pero me sobran las extensiones, y las odas me aburren. Un largo camino me espera en esta noche falaz, una eternidad de confecciones literarias dignas de un basurero gramatical.
Embustero, mi cerebro encarcela la lógica determinista, caigo en la contraproducente duda del signo lingüístico; me subleva la pretensión denominativa del todo, sociología de las masas, poderío universal de poseer hasta el más lejano artilugio en el verbo enfermo.
No, no, ni yo me entiendo. Propongo una huelga indefinida de coherencia. La sintaxis desproporcionada de las oraciones me supera, quisiera superarla alguna vez. Pronto los puntos suspensivos reaparecen entre mis líneas astutas, y la disputa entre las pausas y la sinonimia me convierte en el roedor más sucio de la alcantarilla cultural. Allí flota la mierda más eficaz del lenguaje simbólico. Los recursos se entorpecen con el alcohol.
Haciendo una excursión a la arteria principal de este pretexto, supongo he de caer pronto a las garras de un sangriento sueño, rojo de letras, gris de intransigencia. La arbitrariedad de mis instintos me encierra en la liberación cotidiana del mecanismo presencial, automatizando mis ojos a observar.
Sudor de ejemplos, olor a emblemas en puerta, credos específicos de no creer, la puta histeria del ser… unos y otros, tienden a ceder. No hago más que graficar lo incierto, metamorfosis lejana a lo que Kafka una vez pudo, en lo hilarante del humor negro, esquematizar. Si de citar se trata, claro. O váyase a leer una novela, poco se le va a extrañar en esta enmarañada jurisprudencia del bien y el mal.
En un viejo recuento de plaquetas, encontré la respuesta a la pregunta más vieja que recuerdo ¿Qué es esto? Presumiendo en la abstracción narcisista que me compete, mi flujo sanguíneo me retrata en estímulos de conciencia, ¡vaya apreciación! Que fácil es contentarse, si no es manualmente, lo es literalmente. Esto del habla versus la lengua me remite siempre a un acto fallido de la perversidad. Tal y como se presiente.
Pienso que resistiré a los ataques impíos de mi correctora aplanadora, no releeré, no, jamás. No quiero que me gane mi policía del dogma gramatical, mi ejército de tinta roja que se apresura a salpicar mi obra con un “te falta una coma”. Me resisto. Y continúo en mi trayecto a la almohada, desde lejos y cada vez más desde arriba. Voy como levitando al ocaso de mis memorias, voy como memorizando el camino a la ocasión especial de rastrear mis pasos cortos al abismo intestinal, en este estruendo enfurecido de un cantar.

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