domingo, 12 de febrero de 2012

Plumas del aire


Observo una pluma suelta sobre mi escritorio y me pregunto tantas cosas al verla, cosas que no vienen al caso. Olvídenla.

Prosigo con mi mirada circular por esta habitación sin forma.

Duerme la bestia, maullando entre pesadillas de un ratón que la devora.

El suelo brilla con ese polvo tortuoso que me lleva de un lado a otro con elementos inescrupulosos de limpieza. Me puede, me supera, me siento, escribo un par de letras, me río, fumo, y observo nuevamente esa pluma suelta.

Olvídenla.

Una canción en francés deshace mis sensibilidades y las lleva por el mal camino, por el del sarcasmo sombrío.

Me confecciono en mi propia sombra y rememoro las historias que escribí años atrás, hace dos horas. Verás que el tiempo pasa rápido sobre esta cinta calculadora de segundos, multiplicados por las sobras.

Parece una resolución en puerta, permanece, invierte sus posiciones con el aire que exhalo de mis pulmones contaminados. La tomo entre mis manos y a propósito de mi experimento, todo lo olvidado recobra su vigencia aún sin nombrarlo.

La dejo en el mismo lugar en el que inició este recorrido subliminal, y me ahogo en un vaso de jugo descolorido y sapiencial.

Me pregunto si su dueña paloma la habrá dejado acá, o la habrá traído el viento consigo, en sus brazos tormentosos y desabastecidos de fuerza.

Me pregunto tantas cosas, pero, olvídenla.

Mi obsesión trastornada la mira, la saborea indescriptiblemente entre laberintos sumergidos en el canal de la toxina socio-económica.

Yacen platos sucios en la cocina, la explosión difundió, entre sus voces, un llamado a la solidaridad, detergente precario, desengrasante antepuesto a la clorofila inconstitucional.

Seco con un papel la gota de sangre que escapó de mis instintos, y luego me devuelvo, como video conmemorativo, a mi silla que se balancea al sonido de la música internacional, cosmopolita y divergente de mi claridad oscurecida.

Parte de su cuerpo está quebrada, su segunda mitad. La he colocado bajo el cenicero compuesto de microorganismos criminales. No puedo olvidarla, y tampoco puedo no describirla en esta incertidumbre disfrazada de poesía.

Nunca volverá a su fuente de vida, nunca.

Morirá aplastada, como observada y vieja, hasta que pose mi cabeza sobre la almohada y sueñe con su inexistente figura metaforizada.

 Duerme, leve pluma olvidada.

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