domingo, 19 de febrero de 2012

La ficción


Pudo mi mitad completarse
y la partida retrasarse.
Pude experimentar la muerte,
y pudieron mis ojos no llorar,
pero no pude contemplarte,
no supe sostener la realidad.

Mi camino se completó de instantes,
mi memoria se renovó,
no así pude olvidarte,
tu recuerdo me enterró.

Pudo mi mano no escribirte,
porque dibujarte mi mente no intentó
(no consciente del abordaje),
hasta el final de la composición.

Supe de cantares y de flores,
más nunca del temor.
Supuse miles de sermones
que mi oído nunca escuchó.
Y finalmente pude haberme alejado,
pero el abismo siempre me acompañó.

Hoy tus manos yacen frías,
lejos de mi corazón,
como lejos de mi vida la tuya,
como cerca tu muerte de mi adicción.

A los libros debo el alma,
al saber mi gran sabor,
a la humedad mis letras desérticas,
y a tu memoria mi perdón.

Debo a la luz mi sombra,
y a mi imperfección tu gran pasión.
Pero no puedo pagarle al sol con monedas,
ni derribar el gran portón,
para pedirte que vuelvas,
cuando solo existes en la eterna ficción.

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