martes, 14 de febrero de 2012

Sátira del poeta




Cruel, el sueño de la permanencia. Estricto, difuso, antagonista del buen gusto, y desleal ante todos los estandartes.
En la ventana se encontraba posado, como un sueño de primavera en un helado invierno sin calderas.
Como protagonista de la marea, subterráneo al faro, recitaba sus poemas del sabor ambiguo, y despotricaba contra la realeza. Cordialidades sobraban entre tantas palabras certeras, no así sinceras.
Aplicó a la métrica una técnica nunca antes vista, ninguna. La libertad primaba entre la espuma de una cerveza tibia y unas aceitunas.
Promisorio y divergente, cortó con el clímax residente, lo dio vueltas y lo volcó sobre su frente, como vino mal nacido, avinagrado y transparente.
Bebió todos los años de la letra en agua caliente, hasta que su paladar contrajo un cáncer con la muerte, de esos tantos contraproducentes.
Matrimonio, cortejo, y divorcio entre las partes, un estado paralelo al que nunca supo pertenecer, aunque mundano y resistente.
El negro de sus ojos celestes pudo con el fotógrafo del juzgado. Sonriendo, aunque amargado, se retiró del estrado alegando ser inocente, y por ello culpable del crimen menos evidente. Condenado.
En el asilo a rayas permaneció detenido, contando los días, preparando su suicidio. Lo rodeaban eruditos del crimen organizado, teóricos del homicidio, y doctores en ética profesional del robo, pero ninguno de ellos anarquista, o poeta, o artista… ninguno de ellos digno de su fuerte razonamiento anticapitalista, y de su refuerzo egocéntrico, sus rimas.
Complaciente como pocos de los reos, era solicitado para toda causa dentro del recinto, desde limpiar basureros, hasta convertirse en receptor de los sueños rotos en noches de deseo.
Su pesar fue evidente, intentando limpiarse esa misma frente que hubo ensuciado en sus años de próspero referente. Sintiendo sobre su espalda la mano caliente del azar, haciéndole apretar sus dientes con la almohada gris de plumas y algunos otros alicientes.
Convencido de la perseverancia por sobre otros valores salpicados en toda la celda, dibujó en el suelo el plan complejo antes de que la muerte asediara los segundos genitales (en sentido figurado) nacidos en su cuello.
Los buitres rondaron esa noche su cuerpo. Devorado de a mínimos bocados, y reciclado, luego, en abono y algunas monedas en el banco.
Fue cremado, dicen los antiguos súbditos que hubo coleccionado, alarmados poetas de la pluma perversa, recurrentes uniformados de la pereza azul, allí, en su misma casa de rejas…

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