Miraba al infinito,
allá lejos, en los ojos enemigos
de este olvido irrespetuoso.
Sonreía,
entre tantas cartas no enviadas,
para encontrar el sentido
del destino y las marcas.
Pero nada pudo irrumpir
más que el recuerdo,
nada más que el tiempo,
nada más que el frío.
Miraba,
como pretendiendo el exilio,
el escape en luto,
la salida vana.
Y escuchaba,
por no decir que oía,
como el silencio mudo
de allí se alejaba.
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