Si tuviera que escribirle
de vida a la ausencia
hablaría con palabras ciegas
de sus ojos de inocencia
pretendidos por espías de la
noche,
completaría los vacíos con
extractos
de viejos poemas de amor,
reemplazaría las vocales
por gotas de sangre irreverentes
que iniciasen una revolución de
células
entre cada una de las estrofas
sinceras,
amplificaría los márgenes
de las poesías estrictas,
ablandaría la dureza
de ciertas rimas pasajeras
y retomaría el discurso
en el labio más fino
de la tierna presencia.
Si tuviera que escribirle,
de seguro me tomaría noches
eternas
e infinitas madrugadas de
impaciencia.
Si tuviera a la ausencia que
describirle
de la vida que me quita con su
existencia,
debería empezar por proponerle
una tregua,
tomar su mano con dulzura
y volar hasta que no existiera
espacio,
más allá de la luna.
Si tuviera que hablarle de muerte
sería necesario que me viera
en esta agonía literaria
de no tener siquiera su sombra
cerca de este cuerpo
que ya es una simple silueta.
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