Así, descarrilando los sentidos,
desvistiendo el ojo neutro de la contradicción, repensando las acostumbradas
incertidumbres, disfrazando lo extraño con la simpleza de la perdición. Así,
recomiendan las experiencias, actuar ante un camino de piedras.
Y entonces una historia concluyó
con las palabras idiotas de la inconsistencia, la derrota, la previsión y el
cálculo de las gotas en la calle de la fina lluvia. Podrían haberlo imaginado,
seres de sombras que sobrevolaron el espacio de las notas, podrían haber
descubierto el cuerpo que flotaba en las maderas podridas de la eternidad
compuesta como un instante. Pero todos no reímos en el momento incómodo del
circuito comunicativo que nos separa; todos somos un oído, una mano y una
respuesta asertiva en la psicología social del momento, en la perspectiva
intuitiva de las sensaciones valoradas como referentes existencialistas.
Retomando el párrafo, ese que
moría, la respiración se acomodó a la forma variada de la caja de huesos y
exhaló toda esa palabrería antes disuelta en el vaso de la excelencia vestida
de paciencia.
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