Un ojito cayó, muñequita tuerta,
morgue de trapo, silencio.
…
Un tictac derribó la torre de
control, miles de ríos desembocaron en el llanto del infante doctor.
“Bisturí”
…
“Pinzas”
…
“Fórceps…” Y todos le miraron el
rostro transpirado por un helado sudor, su voz temblorosa, “fórceps, para quitarle
el resto del cuerpo, lo de arriba, o una sierra, ¡algo, por favor!”
Luego el té.
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