Y olvidar parece exacto, parece
necesario cuando los ojos han escapado al infinito de la indecisión. La
precaución ha despertado, verás, dejar de soñar en el perfecto estado estancado
de la salvación. Novedades, tantas, pero una y la desesperación de la mirada
fija en el punto ínfimo que se ha marcado en mi frente inventada.
La sangre
brota insistentemente, se deshidrata la promesa, se seca el suelo invadido por
la ausencia, se dispone la luna a brillar un color amarillo increíble, caen
desde lo alto los estandartes que propuse una vez como virtudes intocables.
Parece exacto y me limito a la observación.
El amor por la carretera al éxito
ha recuperado su presencia oxidada y las metas se desdibujan del horizonte
encantado por la duda. Ante mí, otros ojos abordan con astucia la tarea de
pegarse al espejo del laberinto, junto al real en el que camino en círculos
viciosos.
Se libera la energía, el paso aumenta su presión sobre la espalda de
la historia escrita y las posesiones se convierten en tesoros místicos que
evito confrontar. Y te he visto tantas veces rondar la fantasía de mi habla
pausada y torpe, te he encontrado tras los muros de la simpleza que esconden lo
complejo del artista ofuscado, te he oído escucharme en mi silencio recostado,
te he perseguido hasta en lo invisible de tus manos y jamás te he podido
defender del frío que esbozan mis palabras al respirar profundamente cada gota
de tinta roja.
Otras espadas han probado el filo en esta columna rota de
cemento, otras oraciones erróneas se han advertido en varios de mis textos mal
habidos, pero nunca la perfección se ha acercado más al exabrupto temido de
estas prosas casi tan morbosas como mi intestino delgado que vomita versos
gruesos al cumplirse la hora.
La exactitud no supera al deseo, dos términos tan
lejanos pero a la vez tan unidos en mi desorden lógico de silogismos
privativos. Es que esa libertad apresa mis inimputables raciocinios, es que la
incoherencia se compone de estornudos y pensamientos disyuntivos, es que la
glándula principal de este sistema no tiene el interruptor primitivo.
Ha
perdido el sol el rayo más fino que se clavaba como aguja en las venas del
brazo que yace, hoy, nublado y dormido. El yogurt está vencido, el café sabe a
metal y el tic tac. Verás que el olvido parece exacto cuando menos se espera
recordar, cuando más se necesita volver a empezar y demás cursilerías que
ocurren al traspasar las barreras bajas de la incredulidad. Parecieran las
ventanas el mejor escape.
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