jueves, 2 de mayo de 2013

El escape



Y olvidar parece exacto, parece necesario cuando los ojos han escapado al infinito de la indecisión. La precaución ha despertado, verás, dejar de soñar en el perfecto estado estancado de la salvación. Novedades, tantas, pero una y la desesperación de la mirada fija en el punto ínfimo que se ha marcado en mi frente inventada. 
La sangre brota insistentemente, se deshidrata la promesa, se seca el suelo invadido por la ausencia, se dispone la luna a brillar un color amarillo increíble, caen desde lo alto los estandartes que propuse una vez como virtudes intocables. Parece exacto y me limito a la observación. 
El amor por la carretera al éxito ha recuperado su presencia oxidada y las metas se desdibujan del horizonte encantado por la duda. Ante mí, otros ojos abordan con astucia la tarea de pegarse al espejo del laberinto, junto al real en el que camino en círculos viciosos. 
Se libera la energía, el paso aumenta su presión sobre la espalda de la historia escrita y las posesiones se convierten en tesoros místicos que evito confrontar. Y te he visto tantas veces rondar la fantasía de mi habla pausada y torpe, te he encontrado tras los muros de la simpleza que esconden lo complejo del artista ofuscado, te he oído escucharme en mi silencio recostado, te he perseguido hasta en lo invisible de tus manos y jamás te he podido defender del frío que esbozan mis palabras al respirar profundamente cada gota de tinta roja. 
Otras espadas han probado el filo en esta columna rota de cemento, otras oraciones erróneas se han advertido en varios de mis textos mal habidos, pero nunca la perfección se ha acercado más al exabrupto temido de estas prosas casi tan morbosas como mi intestino delgado que vomita versos gruesos al cumplirse la hora. 
La exactitud no supera al deseo, dos términos tan lejanos pero a la vez tan unidos en mi desorden lógico de silogismos privativos. Es que esa libertad apresa mis inimputables raciocinios, es que la incoherencia se compone de estornudos y pensamientos disyuntivos, es que la glándula principal de este sistema no tiene el interruptor primitivo. 
Ha perdido el sol el rayo más fino que se clavaba como aguja en las venas del brazo que yace, hoy, nublado y dormido. El yogurt está vencido, el café sabe a metal y el tic tac. Verás que el olvido parece exacto cuando menos se espera recordar, cuando más se necesita volver a empezar y demás cursilerías que ocurren al traspasar las barreras bajas de la incredulidad. Parecieran las ventanas el mejor escape.

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