jueves, 2 de mayo de 2013

Frase.-

Existió en el sueño más desarmado de todos, le amaron los pies pero le odiaron las manos y, hasta que murió, nadie pudo rescatarlo del laberinto mudo de mundo que le crearon. Sus ojos brillaron algunas veces, cuando la mirada se perdía a través del sol; nada podía defenderle el estómago y ni hablar del corazón. Los latidos fueron el ritmo respetado de la intermitente perpetuidad.

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