lunes, 20 de mayo de 2013

Oda al límite impuesto por la contradicción


Podría ser peor,
el amor concuerda con esta contradicción.
Podría morir sin pensarlo
o pensar viviendo el paso de los años.
Me conformo con saberme
en el rincón de la melancolía,
con haber sentido el peso inmenso
en el centro del pecho
que se llena de monotonía,
hoy, como cualquier día.
Un montón de sol
le hace falta al corazón tirano
para calentarse, helado,
para hacerse carne con este cuerpo
acostumbrado al frigorífico estancado
en el pasado de la rendición.
Un montón, y carcajadas a un costado,
para sobrellevar el vacío de esta habitación.
Pero el viento, el frío, los ojos centrados
en la figura transparente de tus manos,
manos ausentes, manos de tantos rostros,
manos que cambian de color y de forma,
manos que no contienen.
Todo concuerda con mi impaciente agonía,
es la vida y la sorpresa,
es la precaución de mierda
que circunda mi discurso apologético,
mi condena.
Siempre nos vamos, y mi mente y mis ideas,
siempre caemos en el pozo abstracto
de las carreteras desiertas de lágrimas,
y así repletas.
Y somos tantos,
que la unidad nos desconcierta.
Y somos dos rectas paralelas
que nunca se cruzan
más que en alguna curva
o esquina pasajera.
Yo me rindo, a veces,
cuando vuelas,
cuando eres un ave
entre las rocas de mi inconsistencia,
cuando te compones como la musa oxidada
de mis intentos por tenerte,
como sed por el agua.
Yo me rindo y no lo acepto
porque eres todas las espaldas que se voltean
para darme el gusto de la última estocada.
Yo me rindo porque encuentro ausencia
en esta presencia que te llama.
Y te quiero, ¡cuánto te quiero!,
como quiero al espejo que me responde,
como quiero comer
el borde de tu boca con mis versos,
como quiero hacerte el verso
con un beso que te arda,
como quiero quemarte
con estas manos artesanas de líneas
acomodadas al placer de tus palabras.
Te quiero, si. Y lo detesto.
Me limito a ausentarme, cada tanto,
en noches como esta,
en obras indispuestas y pendencieras.
Me limito porque te espero
bajo el umbral de mis deseos hambrientos.
Me limito porque no me permito
ahuyentarte con mis titubeos;
más así lo hago,
aún desde mi actuación petrificada
a la buena educación
y los modismos amarillentos.
Y lo siento tanto,
siento que no puedas sentir la realidad
porque solo sientes mi reflejo.
Siento que no sepas quererme
como yo te quiero.
Siento tanto tener que enterrar
dos metros bajo tierra
esta predilección invencible
que me ciega porque muerta.
Siento amarte instantáneamente
y de cualquier manera.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios