Podría ser peor,
el amor concuerda con esta
contradicción.
Podría morir sin pensarlo
o pensar viviendo el paso de los
años.
Me conformo con saberme
en el rincón de la melancolía,
con haber sentido el peso inmenso
en el centro del pecho
que se llena de monotonía,
hoy, como cualquier día.
Un montón de sol
le hace falta al corazón tirano
para calentarse, helado,
para hacerse carne con este
cuerpo
acostumbrado al frigorífico
estancado
en el pasado de la rendición.
Un montón, y carcajadas a un
costado,
para sobrellevar el vacío de esta
habitación.
Pero el viento, el frío, los ojos
centrados
en la figura transparente de tus
manos,
manos ausentes, manos de tantos
rostros,
manos que cambian de color y de
forma,
manos que no contienen.
Todo concuerda con mi impaciente
agonía,
es la vida y la sorpresa,
es la precaución de mierda
que circunda mi discurso apologético,
mi condena.
Siempre nos vamos, y mi mente y
mis ideas,
siempre caemos en el pozo
abstracto
de las carreteras desiertas de lágrimas,
y así repletas.
Y somos tantos,
que la unidad nos desconcierta.
Y somos dos rectas paralelas
que nunca se cruzan
más que en alguna curva
o esquina pasajera.
Yo me rindo, a veces,
cuando vuelas,
cuando eres un ave
entre las rocas de mi
inconsistencia,
cuando te compones como la musa
oxidada
de mis intentos por tenerte,
como sed por el agua.
Yo me rindo y no lo acepto
porque eres todas las espaldas
que se voltean
para darme el gusto de la última
estocada.
Yo me rindo porque encuentro
ausencia
en esta presencia que te llama.
Y te quiero, ¡cuánto te quiero!,
como quiero al espejo que me
responde,
como quiero comer
el borde de tu boca con mis
versos,
como quiero hacerte el verso
con un beso que te arda,
como quiero quemarte
con estas manos artesanas de líneas
acomodadas al placer de tus
palabras.
Te quiero, si. Y lo detesto.
Me limito a ausentarme, cada
tanto,
en noches como esta,
en obras indispuestas y
pendencieras.
Me limito porque te espero
bajo el umbral de mis deseos
hambrientos.
Me limito porque no me permito
ahuyentarte con mis titubeos;
más así lo hago,
aún desde mi actuación
petrificada
a la buena educación
y los modismos amarillentos.
Y lo siento tanto,
siento que no puedas sentir la
realidad
porque solo sientes mi reflejo.
Siento que no sepas quererme
como yo te quiero.
Siento tanto tener que enterrar
dos metros bajo tierra
esta predilección invencible
que me ciega porque muerta.
Siento amarte instantáneamente
y de cualquier manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios