jueves, 2 de mayo de 2013

Pensaba



Poca palabra destrona al poderío inconveniente de la cultura del silencio. Precisión, decía, en la altura desigual sobre el nivel cordial del retraso amanerado de la comunicación. Al contrario de la banalidad precaria, en lo coloquial del esbozo masivo de discursos, el silencio casi completo es preferible, ante el burdo desempeño de un solo sector, sin el cerebro.


El ritual de la poesía se encendía, como en todas esas noches frías que destapan la corteza de la estigmatización de las ideas. Las estrictas estrellas abrazaban la simpleza de un cielo vestido de negro y la mercancía en forma de papel escaseaba. Todo ansiaba plasmarse con una letra fina sobre el ojo del espejo inverosímil, sobre todo, sin pensarlo, sobre el ojo irrestricto y mistificador del espejo inverosímil. Y luego el eco, y repetir.

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