Tirar al aire la moneda de tus
ojos
y que la cara se convierta
en la aridez de este desierto sin
ti,
quien fueras, si fueras.
Y romper en llanto el cielo
sobre mis zapatos oxidados
de pensarte
si es que existieras
o fueras
o parecieras ser,
quien fueras.
Hacer del escrito un testamento olvidado
de mis deseos acaudalados
de temerosos e inciertos
pensamientos
acomodados a la rima estructurada
que dispersa los sentimientos por
ti,
por quien fueras
si es que fueras
o existieras
o supieras al menos que serías
a quien mis versos se dirigirían
si es que así lo hicieran.
Amar a la poesía si tuviera un nombre
sería como desmembrar a mis manos
y lanzarlas al fuego moderado
de mis ideales quemados ya
por el silencio compositor y
actor
de las particularidades de este
sistema.
Lógico sería,
si fueras o si estuvieras
o si al menos leyeras,
que dijeras con lo mudo de tus
labios
un beso que sí fuera
o pareciera al menos,
si fueras, quien fueras.
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