La
noche, tarde en la noche. El tiempo compone estos versos que no tienen
retorno, que no saben de consecuencias, que caen en el pozo de la
demencia, que se pierden en el lodo. Todo detalle equivale a un recuerdo
distante, a la memoria que se parte en tantas y tantas mitades. La
mente sabe de causalidades, de reproches, de lógicos caminantes por las
sombras del estandarte extenso de los textos que son arte. La vida, la
muerte, la espera y las tempestades, todo se compone de instantes que
son nada y que al mismo tiempo son alguien. La noche y la mañana, que se
avecina detrás de mis fantasías delirantes, no pueden más que esta
parte tan confusa de mi esquema, las letras que se quedan quietas en lo
inquieto de un poema que nunca se conforma con mis rimas embusteras.
Adiós, maldiciones y jugarretas, la existencia no tiene nombre, ni mis
versos una meta.
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