domingo, 20 de enero de 2013

Cortos y frases N° 4

La especialidad, la suspicacia
y las dos boludas.
No – Dicen que el tiempo…
Bla bla,
sandeces, leves y crueles sandeces.
La lucha o el café con leche,
la luna oscura
y dicen, pues no saben.
Es la locura del rey,
es el escandaloso papel.
Adiós – entonces – Vuelva después.




 
Cortos versos del narrador, líneas gruesas del poeta, la soledad de ambos, la veracidad de las letras: Ironías que se complementan, paralelismos absolutos de la variedad inconexa, signos mismos de lo complejo que compone aquella simpleza. Pero luego la rima, y las descripciones modernas; luego la vida, la muerte, las muecas; luego la risa, el llanto y la tierra. En ocasiones como ésta, los narradores y los poetas son el mismo ser en un concurso de marionetas.




Por eso y por más razones el pensamiento debe exponerse en renglones y renglones de vida y de líneas mordidas por las ratas y suavizadas por las caricias.




La mayor parte del tiempo me la paso pensando, y mientras pienso escribo, y mientras escribo hablo. La mayor parte del tiempo me la paso pensando qué escribir, mientras no sé si digo algo.




Previo al desagrado total de las letras, conviene el desinterés por el ritmo y la desestructuración de la permanencia. Aún cuando el poeta derrama la tinta con un orden cualquiera con el objetivo de crear una nueva materia, la instrucción lógica conlleva una rectificación natural de las ideas. Es más simple convertirse en la abstracción total de las maneras.




Dicta la razón que olvide el espacio entre ella y el corazón, órgano circulatorio aislado del presentimiento burdo, o el amor, o el puto ruido de la consciencia; dicta como reina del concepto articulatorio de la vida; dicta desde la autoridad conferida cuando el vacío neutral de las arterias nunca comprendidas. Caso aparte, el hígado supura la estrategia para derrocarla.




Mientras más detalles se le agregan a la receta del olvido, es menor el desenlace real de los recuerdos, porque las cuestiones del silencio se aproximan al cumplido de las reglas establecidas por algún cocinero confundido.






Esa de los ojos ausentes, esa letra me falta. La de la boca de lucha, esa de las manos puras, esa es la rima que le falta a esta habitación oscura. La de la voz continua, la de la luna para el sol, esa locura le falta a mi estructurada razón. Esa del silencio hoy, de esa poesía me faltan la esencia y el corazón. 





En una nota aparte, la costumbre de esperar se hace arte entre las letras y las letras, con el sueño, ciertas pesadillas ligeras. Y digo aparte porque he desistido de encontrarle un sentido al tiempo, a la coma y al punto, desactivando todo mecanismo infructuoso y desestabilizador de lo natural de mis poemas: Esa falsedad justificada de ideas casi honestas.
 



  

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