Sueltan las
rimas
una ironía
de acero
que sumerge
a las líneas
en el fondo
de un basurero.
Pueden los
libros decirte,
dicen los
que nunca han sabido,
cómo
reconocer al instinto
de un autor
llamado infinito.
Pero ¿cómo
pensar en exilios
y
despedazar al ejemplo maldito
sin las
pistas impostoras
de un
suplente anticipo?
Busco,
indudablemente,
las ansias
del artista,
la luz de
un mediodía anticipado,
la
oscuridad de una noche malabarista.
Busco
complejizar un concepto banal,
desparramarlo
en el suelo
y
ausentarme del recinto
por una
necesidad carnal.
Busco que
se crea en el pretérito indefinido
de la
realidad,
contemplando
desde lejos
cómo mueren
los demás.
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