lunes, 10 de septiembre de 2012

destiempo



Un disparo más. Yace tu alma penetrada por un acero inconcebible de tu capacidad, me digo, mientras caigo en el colchón adormecido de mi pesadilla blanca.

Sangro un lago de complacencia que moja la insistencia de mi lectura inconexa. Veo como bajan las aves a comerme la cabeza, a depositar sus crías en los restos de mi conciencia.

Pretendo una pastilla, una jeringa, y pozo sin fondo lleno de vacío, pretendo que la vida se vista de gala para la producción de estas líneas sombrías. El temor. La altura. La correspondiente representación.

Muero, y viven mis recuerdos, y recuerdo que mañana actué en el funeral literario de un verso llamado, vida, ayer.

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