Escribo, hoy, desde el ruidoso
silencio, con el grito mudo de la mañana, en la insistencia de un atrasado
anochecer. Me lleva el instinto, me inunda de agonía, me inspira con letras
posesivas y misteriosas, me sube a lo más bajo del ser, me incomoda, me supera
y lejos es donde me lleva, arrastrándome de las ojeras.
Escribo desde la inconsistencia de
las letras quietas, desde el complemento ahorcado de una estrofa esbelta.
Escribo con las manos, con los pies y con las palabras muertas; deshaciendo los
poemas, revisando los viejos y estancados esquemas.
Pienso, mientras despierto del
letargo del insomnio, en cada verso atorado en la garganta seca, en la tinta
coagulada de la lapicera que ya no sangra, no supura, no se vierte en la
carpeta imaginaria de mi impaciencia.
Hay, en el aire, un nocivo y
desahuciado suspiro constante, un leve latido que apenas se oye y un zumbido
inexacto en el oído embellecedor del sentimiento. Hay, en el tiempo, un tic tac
de manuscritos que se evaden del contexto. Pero hay, también, si es que no
puedo mentir, un poquito de verdad.
Maldigo, en horas como ésta, la
eficacia del café, la maldad de la brisa helada y la permanencia del ser. Las
partes forman un todo que no puedo describir con simples rimas, mientras el
coro de retazos de algodón no puede con las heridas. Esta incapacidad
consentida se acumula en los hombros de la poesía, derrumbando al cuerpo, condenándolo
a la postura más sombría.
De los monólogos respiro, la cordura
se escapa en las segundas personas, si es que no cito. Así es como te vas,
parte de mi mente, me dejas a la deriva de la realidad. Sí, escribo de
rodillas, mirando al más allá. Pinto de negro las rojas rosas del sendero por
el que no camino, y escribo (ya lo he dicho) con un poco de sentido y algo de
complicidad.
Ha pasado el minuto incómodo de la
inmovilidad, he mirado hacia el principio sin percatarme de la falta de un
final. Así es como, en consecuencia, nunca se termina el escrito, en lo
estricto de la literalidad. Es así como pasan, por debajo del puente, las
prosas más viles de la inmoralidad, es así como someto a mi artista interno a
la irresponsabilidad.
Escribo, hoy, desde el ruidoso
silencio de una mente sin descansar.
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