lunes, 3 de septiembre de 2012

Amanecer



Escribo, hoy, desde el ruidoso silencio, con el grito mudo de la mañana, en la insistencia de un atrasado anochecer. Me lleva el instinto, me inunda de agonía, me inspira con letras posesivas y misteriosas, me sube a lo más bajo del ser, me incomoda, me supera y lejos es donde me lleva, arrastrándome de las ojeras. 

Escribo desde la inconsistencia de las letras quietas, desde el complemento ahorcado de una estrofa esbelta. Escribo con las manos, con los pies y con las palabras muertas; deshaciendo los poemas, revisando los viejos y estancados esquemas. 

Pienso, mientras despierto del letargo del insomnio, en cada verso atorado en la garganta seca, en la tinta coagulada de la lapicera que ya no sangra, no supura, no se vierte en la carpeta imaginaria de mi impaciencia. 

Hay, en el aire, un nocivo y desahuciado suspiro constante, un leve latido que apenas se oye y un zumbido inexacto en el oído embellecedor del sentimiento. Hay, en el tiempo, un tic tac de manuscritos que se evaden del contexto. Pero hay, también, si es que no puedo mentir, un poquito de verdad. 

Maldigo, en horas como ésta, la eficacia del café, la maldad de la brisa helada y la permanencia del ser. Las partes forman un todo que no puedo describir con simples rimas, mientras el coro de retazos de algodón no puede con las heridas. Esta incapacidad consentida se acumula en los hombros de la poesía, derrumbando al cuerpo, condenándolo a la postura más sombría. 

De los monólogos respiro, la cordura se escapa en las segundas personas, si es que no cito. Así es como te vas, parte de mi mente, me dejas a la deriva de la realidad. Sí, escribo de rodillas, mirando al más allá. Pinto de negro las rojas rosas del sendero por el que no camino, y escribo (ya lo he dicho) con un poco de sentido y algo de complicidad. 

Ha pasado el minuto incómodo de la inmovilidad, he mirado hacia el principio sin percatarme de la falta de un final. Así es como, en consecuencia, nunca se termina el escrito, en lo estricto de la literalidad. Es así como pasan, por debajo del puente, las prosas más viles de la inmoralidad, es así como someto a mi artista interno a la irresponsabilidad. 

Escribo, hoy, desde el ruidoso silencio de una mente sin descansar.

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