Más no
pediría,
elocuencia
mortificadora mía.
Más no
podría,
imposición
de impedimentos que me complica.
No.
Digo que me
quedan dos carillas
en la
exigencia de un texto desertor.
Vete,
entonces,
y no me
llames a la paz,
no me pidas
que me enfoque en la incrédula realidad.
Río frente
a ti,
me pican las
manos, se me escapan los pies,
te pido un
aumento de silencio,
pero solo
puedes nunca responder.
Reflejo
roto,
venideras
primaveras vacías de flores llenas.
Amigo,
espectro, desilusión de ejemplos.
Te cantaré
una canción desde el infierno.
Adiós,
lunática
existencia,
le digo al
lago que me bese,
como un
mito que no tiene dueño,
y me
refresco en mi propia esencia,
me aman mis
palabras
y así pasan
los días de duelo,
cuando
muere el nombre
y nace un
verso.
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