Algún día seré libro,
seré eco del lamento. Algún día lloraré letras en lugar de lágrimas,
alguna vez dormiré en una biblioteca mal armada, en un cajón, o
sosteniendo la pata maltrecha de una mesa.
Digo que algún día cantaré la lírica con mis pies y seré el desinterés de la crítica literaria. Alguna vez me acomodaré a la forma de las manos del lector y vislumbraré su mirada, desnudando mi cuerpo de rimas y prosas arrastradas.
Alguna vez seré libro y editorial a la vez, y comeré del bolsillo del fragor, y beberé la sangre azul de una lapicera que escriba un nombre sobre mi frente, o en mi espalda.
Mis hojas se doblarán en las puntas, marcando el aburrimiento o el aturdimiento y caeré al suelo en madrugadas fugadas.
Algún día, cuando canten mis palabras en monumentos desleales, ese día seré libro, seré sol y seré mares.
Seré un espejismo obsoleto en el reflejo de los grandes y me regodearé entre las rejas de sus males.
Alguna vez seré libro y me apoderaré de alguna mente caminante, la inmiscuiré en mi mundo, que por mis laberintos ande, y al perderse que me llame, que me llame el libro de las mitades.
Alguna vez seré libro y no me apenará comprarme para mantener la narcisista insignia en mi biblioteca ambulante.
Digo que algún día cantaré la lírica con mis pies y seré el desinterés de la crítica literaria. Alguna vez me acomodaré a la forma de las manos del lector y vislumbraré su mirada, desnudando mi cuerpo de rimas y prosas arrastradas.
Alguna vez seré libro y editorial a la vez, y comeré del bolsillo del fragor, y beberé la sangre azul de una lapicera que escriba un nombre sobre mi frente, o en mi espalda.
Mis hojas se doblarán en las puntas, marcando el aburrimiento o el aturdimiento y caeré al suelo en madrugadas fugadas.
Algún día, cuando canten mis palabras en monumentos desleales, ese día seré libro, seré sol y seré mares.
Seré un espejismo obsoleto en el reflejo de los grandes y me regodearé entre las rejas de sus males.
Alguna vez seré libro y me apoderaré de alguna mente caminante, la inmiscuiré en mi mundo, que por mis laberintos ande, y al perderse que me llame, que me llame el libro de las mitades.
Alguna vez seré libro y no me apenará comprarme para mantener la narcisista insignia en mi biblioteca ambulante.
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