miércoles, 25 de abril de 2012

Ecos

En el cementerio de las notas creció una rosa de melodías, acostada en posición fetal, desmembrada del cordón umbilical del sentimiento. Carece de espinas y respira del ferviente olor a insistencia que salpican los cuerpos al danzar.

La expresión de deseo en su mirada contiene mil maneras de pensar, todas correspondidas con la muerte del artista en un trago más.

Provista de complacencias, derrama en sus pétalos la codicia del autor, y entre sus raíces yace un verso listo para evacuarse al infierno literario de la rima sin par.

Porque del tiempo la aurora, en cantos ácidos de noche perdida, porque en el aire el aroma frío y disonante de la risa, porque las razones escapan a la vista del azar.

Simplemente acontece quieta en el pasar de las horas, en el raspar de las uñas en el interior de cada cajón, en el grito abstracto de pintura derramado sobre un cartón.Mientras observaba su vida quitarse del medio, suponía un destino más sincero en su ecológico aposento.

Limpia de nada, pero sucia de todo, la rosa aparente vislumbraba su eternidad en marchitas prosas no acabadas, en situaciones trabajosas de sus hojas aladas, rotas de fragilidades, y pertinentes al sonido de los rituales.

Asombrada, triste, desesperada y visible, la rosa anclaba su mirada perdida en la ruta prohibida al plagio del comerciante escritor. Ese burdo capitalista del arte, ese inoperante, hasta el hartazgo, de repeticiones y ecos frente a un espejo infinito de escritos en cadena de involución.

Nadie, en la visita a la biblioteca parque, sabía el por qué de la rosa negra en el suelo, entre los libros muertos, entre las urnas de los artistas tercos, pero allí estaba, a la espera de recobrar el color con alguna composición original, o con alguien que evitara el discurso de que para escribir hay que copiar.

Cuando la poesía habla sobre sí misma, o la literatura en general, nunca pone en sus palabras el cartel de advertencia, y las palabras al aire se van siempre a la mismísima mierda.

¿Quién le hubiera enseñado esa advertencia a la rosa? Negra por dentro como por fuera una repetida prosa del ejemplo en que se basan los actuales visitantes a la biblioteca que vomita enferma del robo de citas para una obra nueva.

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