Y entonces escribo… como el poeta su libro, mi
antología, mi limbo. Porque percibo el mundo, uno que es mío. Porque me lavo
las manos con el barro podrido, porque soy un eslabón que nunca estuvo perdido.
Y entonces escribo… para no detener el movimiento,
para permanecer bajo un estilo, para recordarle a mi cerebro que aún existo,
mientras desespero por un verbo que nunca rima con “amor mío”.
Y entonces escribo… más nunca repito lo leído, no es
una ley, no soy un eco escondido, porque me baso en mi propia amnesia social,
en mi representación del ritmo, no soy lo más correcto, pero soy un nexo
inofensivo.
Y entonces escribo… por si no se ha percatado, lector
empedernido, a usted le escribo, aunque interiormente esto es sólo mío. Con la
avaricia de mis letras, con su crítica como castigo.
Y entonces escribo… aunque podría estar estudiando,
leyendo, trabajando, contemplando, aunque pareciera perder el tiempo y el tino.
Aunque pareciera estarme desangrando o perforando mi intestino.
Yo escribo porque en un prometedor futuro, podría
usted leerme en la parodia del artista no correspondido.
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