La poesía habla sobre sí misma…
dicen las rimas que el ritmo marca como estigma.
En las muñecas del autor las muecas del artista.
Los verbos aumentan el caudal de la inconsciencia
y las descripciones son mera palabrería suelta.
Un toque retórico puede elevar un poco la apuesta,
pero cuando se falla en una metáfora extrema,
ahí es cuando se convierte en basura,
o en lo que el lector calificaría como “una mierda”.
Dejar hablar a mi poesía de ella misma podría llevarme
tras las rejas,
las de una alcantarilla o las de un parque nacional
para locos de remate,
por eso la describo como mía,
y la esclavizo hasta en su forma más efímera.
No la presto, no la arraigo, no la convido a bocas
explícitas,
pero la guardo en mi regazo, y la entretengo con
bellas caricias…
la dibujo, la contraigo,
luego la perforo y le tatúo mis líneas.
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