Ven, de a poco,
a lo espeso de la noche,
a mi regazo prometido,
al calor del derroche.
Ven al festín de las bestias en
paños menores,
ven a la luna infinita,
a esta especie de barca que se
mece
en el mar de la desdicha.
Ven a mis pies,
supérame,
condénsate en el espacio que te
lleva a perecer,
ven a mí, sin piel.
Convéncete,
ven a la rima suicida del temor y
la arrogancia,
a mi casa escondida
entre el perdón y la abundancia.
Acuéstate en la sien del universo
paralelo al absolutismo del
placer,
amóldate al instante,
ven a florecer.
Y luego vete sin mirar atrás,
dejando el rojo perfume
supurar gota a gota las
casualidades.
Yo descansaré en paz.
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