lunes, 21 de mayo de 2012

Mañana

Mañana, decía, moriré.
Y luego el amanecer.
Mañana, cantaba en la noche,
no estaré.

Derrochaba largos segundos
en predecir el futuro.

Los cuentos de madrugada
se tornaban canciones de despedida cotidiana
que, con el tiempo,
se hicieron realidad.

Mañana serás una flor,
contaba, leyendo a Norma Aleandro,
pero el poema nunca terminaba
y me decía: mañana lo leerás.

Más de mañana no estaba
y yo no sabía leer en soledad.

Mañana no es de tiempo,
no es el reloj la esperanza,
y estas agujas
no son de esperar.

Ayer no pude despertar,
no encontraba la aurora
y ella no estaba,
no estaba ya.

Busqué por los rincones de mi memoria,
detrás de la pared de la infancia
y hasta debajo de la cama.
Nada.

Entonces entendí que ayer era mañana
y hoy también, y mañana...

No existe el presente, pensé.
Todas las noches son ayer
y los días un simple recuerdo
en una taza de café.

Me recuesto sobre el libro viejo que nada decía
y hago humo de mis ideas,
quemando la angustia con la mirada tiesa,
desarmando estrellas infinitas
y preguntándome, entre la niebla:

¿Volverá algún día a terminar el poema,
o tendré que aprender a leer una vez más?

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