jueves, 16 de agosto de 2012

La noche


Tiene la noche una magia negra,
un aire de ideas que recorre el callejón
de la melancolía necia.
Tiene la noche esas estrellas inquietas,
como sombras de etiquetas
y pactos inconscientes entre futuros poemas.
Tiene la noche la sustancia gris que seca las fronteras,
que supone impaciencia
en letras vacías de comedia.
Tiene la noche un azul claro
entre lo opaco de la miseria,
tiene tantas capas de insuficientes agujas
como sangre derramada de venas absurdas.
Tiene la noche la frente alta y el cuello tieso;
la espalda arqueada y los ojos ciegos;
la dulce mentira y el ácido sosiego.
Tiene la noche un tinte de infierno
y una pizca de inexistente cielo.
Me lleva al extremo, la noche,
la viuda negra del descampado ataúd literario.
Tiene la noche el murmullo del silencio
y el tic tac de un reloj en el techo ahorcado.
Tiene la noche esa colina a la que suben los deseos
para otear desde arriba la caída de los ídolos
o el alud de latidos
de mi corazón somnoliento y oprimido.
Tiene la noche el placebo exacto
para la ausencia de relatos.
Hundida en el vértice de la ironía,
tiene la noche esa evidente ciclotimia,
esa voz de arrullo complementaria,
esa melodía que sólo se comprende
entre copas blancas.
Tiene, por posesión innata,
esa mirada carcelaria
que te encierra en el circuito hasta la exoneración,
mañana.

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