domingo, 4 de marzo de 2012


Se le solicitó al tedio un poco de humor negro y se resistió,
demandó más paga en sus bolsillos del encierro
y finalmente esbozó que se rehusaba por su inconstancia
y, posteriormente desapareció de la escena
con un llanto a carcajadas.

La contemplación esperó unos minutos más
hasta que el ilógico cerebro se dignó
a dar las disculpas correspondientes al caso
y también se retiró con la ira entre los dientes y una mirada de asco,
se pudo observar bastante inteligente pese al fiasco.

Se privaron los oídos cautelosos del chiste fácil,
y se conmemoraron los ojos a observar la prudencia
con la que cada parte del ser se retiraba
sin poder componer al menos una broma pesada.  

Tardío el sentimiento de culpa se hizo presente en la cúpula teatral,
pisó el escenario y todos entre sus complementos designados
hicieron silencio por un rato.
Dijo, con una voz desprovista de energía,
“no hemos comido”.

Los presentes se miraron, dejando sus vasos a un lado,
algunos vomitando y otros sudando…
uno por uno comenzaron a desvestirse,
primero la ropa, luego el pelo, después la piel.

En el lapso de unos minutos todos habían extirpado sus intestinos gruesos,
y a manera de flores los lanzaron
sobre las tablas impecables hasta ese momento,
llenándolas de sangre y vísceras
y un poco de comida arremangada hasta las tripas.

De cabeza, cada monologuista que no pudo esbozar su comedia maldita,
se lanzó a devorarse las conquistas
y una vez que todos murieron desangrados de la risa,
el telón cayó como una buena sobremesa existencialista,
mientras la sangre del silencio goteaba sobre las butacas de la primera fila.  

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