lunes, 29 de octubre de 2012

Infinita agonía



¡Ay de la insistencia!
Demencial compañera de las horas,
pero desleal ante la obras.

Espina azul del desengaño,
tus empleos del verbo me aconsejan
dejarte guiar mis rimas,
y te haces de mi arte tu comida.

Me quitas las sombras
y te saboreas en mi literaria agonía.
Mis pasos se mueven
al ritmo de la prudencia,
a la luz de una vela.

Esta negra noche es mi reina.
Así plasmo lo nulo de mi experiencia.
Esta es la muerte y la belleza.

Un verde té sacia mi sed intrépida,
su amargo sabor me ciega.
“Pobre de ti” dicen las letras
y pobre de mí,
esta es la adicción más turbulenta.

A tu lado ¡Oh, poesía inquieta!,
me derrito como cera,
suspiro una estrofa,
y cada trago me quema.

Tu absolutismo me esclaviza.
Tu poderío arraigado a mi alma
me confina al fondo de mi celda
artificialmente narrada.

Puedo admitir mi demora,
soy de la canción escolta
y madre e hija del libro.
Soy la escoria
y el lecho del fugaz placer al que aniquilo.

Pídeme de ti y te daré hasta el fin,
Te crearé, si así deseas,
un final feliz.

¡Ay, pero te amo!
Este odio me supura por los ojos,
más amo someterme, bestia, a ti;
a tu mandato hipócrita y egoísta.

Soy tu fiel sirviente,
tu marioneta trágica,
tu artista.

Fumo de tu droga el humo,
sumo a mis andanzas el tumulto
y el eco de tu esbelto anochecer
sobre mi lejana aurora.

Y cuando ya me tienes de sobra
te haces reflejo en mis obras
confinándolas a tu infierno crítico.

Mi castigo es no morir,
bailan en mis manos tus sueños,
cantas al aire lo incierto
y yo me limito a escribir.

Pero pronto habrás de saberme
enemiga de tu repetición.
Pronto, inmunda musa omnisciente,
sabrás de mi conmoción.

A ti te lloro y te aplaudo,
a ti mi reivindicación,
a ti estas putas letras
que se asemejan a un ataúd.

Te entierro en mis venas
como heroína de salvación,
te vierto en mi sangre tiesa,
mientras te cortas la lengua
en un abecedario burlón.

¡Ay, si pudiera asirte,
amarrarte a mi piel,
y amarte con cuerpo y tierra!

Si solo pudiera, poesía,
hundirte en el éxtasis de estas manos
manchadas con tinta,
y derramar mi arte en tus campos
de flores marchitas.

Sería infeliz por humanizarte
pero me contentaría que sintieras
el placer de un cuerpo en tus líneas.

Un dolor eterno me invade,
colmas de melancolía esta madrugada nunca mía,
me cubres de sombras la luna
y delatas a mis latidos con tu furia.

¡Cómo te divierto, maldita!
Te haces de mi insomnio una parodia infinita
con el modo original que nunca oí.

Recitadora de las nubes,
odiosa amante de las voces lúgubres,
ven a tenderle una mano a mi quietud,
ven a avergonzarme una vez más con tu golpe bajo,
ven a devorarte mi juventud.

¡Ah, tú todo lo tienes!
Las campanas, los prados, las estrellas
y la luz que me falta.

Todo lo posees, avara
y ni un manto me prestas.
Solo me das inviernos de frío y arena.

Mis ojos te detestan,
mi olfato de asemeja a la mismísima mierda,
pero mi corazón suicida te anhela.

¡Oh, reina de mi mesa,
bésame la frente,
que yo te doy hasta mis piernas!
 
Este suelo me eleva,
me lleva hasta la pregunta predilecta de la tristeza:
¿Seré solo la imaginación de algún poeta?

¡Ay de la insistencia!
Siempre me encierra
en este oscuro laberinto sin respuestas.

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