A - Era una simple corrección.
B - ¿Tenés que esconderte cada vez que te llaman al frente?
A - Simplemente escribo palabras vagas que viajan a cabezas
extrañas y se sientan a conversar con las sustancias más deliciosas de la
oscuridad humana. Ese espacio tan placentero y privado como es el de la
imaginación. Pero es todo progresivo.
B - Dejá de dar pasos al costado, es importante que te vean
suplicar por un poco de atención. Las decisiones son, finalmente, de quien esté
más arriba en la pirámide.
A - ¿Pero no te parece poco equitativo? Me refiero a que te
vas acomodando a las circunstancias y al final es algo que escapa de tus manos.
Decime, ¿no te parece un poco al pedo?
B - Mirá, para acomplejarse hay tantas cosas, que ya ni
pienso. Porque sabés muy bien que pensar se sobrevalora demasiado, claro, desde
el punto de vista estrictamente literario.
A - No me parece, creo que te extralimitás, y evitás el paso
libre de la consecuencia de los actos.
B - ¿Pero de qué actos me hablás?
A - ¿Qué, no te dice algo el piso de madera, acaso?
B - Sí, pero ¿dónde se supone que las consecuencias tomen
lugar? ¿Detrás del telón?
A - No, mirá, esto es simple, aunque complejo, pero simple
al fin. Correte, fijate dónde estaban tus pies.
(B mira hacia abajo y cae al suelo)
A - ¿Ves? Es importante ubicarse en un espacio definido, de
lo contrario te pasa lo que te pasó.
B - Entiendo tu idea, pero.
A - Pero nada, las ideas son porque crean y esa creación te
da el poder de decidir y de, finalmente, acomodar esa pirámide a manera de círculo.
Así no te caga nadie, salvo las palomas. Bueno, basta de charla, ponete el
chaleco antibalas y salí, que nadie está al tanto de estas operaciones fuera de
terreno.
B - Piso de madera… pff.